Lucas Farías: una vida junto al Carnaval

 Lucas Farías: una vida junto al Carnaval

Lucas Farías habló sobre la pasión de que familia con el carnaval, que arrancó cuando sus padres armaban los disfraces en el patio de su casa a finales de la década del 80 pero que se mantiene viva a pesar del paso del tiempo.

En una entrevista llena de recuerdos, Farías comentó que los problemas siempre son los mismos: los premios, el circuito del desfile, el reglamento, las categorías y que hacer una carrosa cuesta mucho esfuerzo que no siempre es debidamente compensado.

¿Quién plantó la semilla del carnaval en la familia Farías?

Mi papá Miguel fue el que dio el primer paso con el carnaval. Fue en el patio del fondo de mi casa. El venía después de su trabajo de plomero y se ponía a hacer los disfraces con mis hermanos, que son más grandes que yo y con mi mamá, que hacía la pintura. Agarraba una pinza y comenzaba a modelar un alambre grueso con nosotros mirando. Ahí es donde aprendimos las técnicas y mamamos este amor por el carnaval. En aquellos tempos los disfraces que hacían los Mussi tenían su estilo, su forma de construcción, que eran los cabezones o los cabezudos como les dicen, pero mi papá trabajó mucho para lograr una evolución y llegar a la imagen que uno quería.

¿Armar una carroza o un disfraz es algo muy artesanal y que demanda un gran esfuerzo?

Las luchas de aquellos años de carnaval, cuando arrancaron mis hermanos Pichi y Sebastián son las mismas que están ahora. Estoy hablando de 1993, 94, 95, éramos todos muy chicos pero ya había muchas cosas por mejorar en el corso: los premios, el circuito del desfile, las categorías. Nos agarramos unas broncas bárbaras porque antes de navidad ya empezábamos con la carroza y era todo un gran esfuerzo para crear algo cada vez más grande, pero con lo que teníamos: cañas, goma, pintura. Veníamos del barrio, que quedaba lejos de la plaza y después teníamos que tapar la carroza con lonas porque no había donde guardarla y quedaba a la intemperie.

¿El carnaval es una pasión?

Para nosotros el carnaval siempre fue una lucha por lo tanto es algo muy pasional. En esta época salíamos a dar vueltas en bicicleta para ver que estaban haciendo Cachito Di Filippo y los Vascos, pero no era para copiarlos sino para hacer algo diferente. Todo lo hacíamos a pulmón. Me acuerdo que en 2001 me largué solo. Primero hice el Reino del Guacamayo Azul con los chicos del barrio y después el Duende Carlos, que fueron máscaras sueltas.

¿A pesar del paso de los años todavía mantiene viva esa pasión?

Mi historia personal está marcada por el carnaval. Nací en el 86 y a los cuatro o cinco años ya veía toda esa energía que venía de mi papá, de mi mamá con el pincel en la mano y las caretas porque conformaban un equipo, como después lo hicimos con mis hermanos y Ezequiel Valente, que fue el cuarto integrante con un aporte importantísimo para las carrozas que presentamos en la Plaza Belgrano y en los corsos que se hicieron en la Plaza Gómez. Después de mucho tiempo sigo pensando que con un tarro de pintura se le puede dar mucha vida las cosas.