Historia y recuerdos de las compuertas del Río Areco
Después de la inundación de octubre de 1967, según los memoriosos de entonces las más importante de los últimos 40 años, el Intendente José Emilio Ramírez encaró una refacción completa y a fondo de las compuertas que embalsaban las aguas del Rio Areco.
Con el asesoramiento del arquitecto Jorge Aldasoro y la mano de obra del constructor Gualtiero Cianci, Ramírez dirigió en persona la construcción de una base de hormigón de 23 metros de largo por 2 metros 30 de ancho y 3 metros 20 de altura, que le permitió asegurar las represas, muy deterioradas y dañadas por el paso del tiempo.
En los días siguientes, Aquiles Pazzaglia hizo una donación de $ 450 mil pesos de la época para financiar la construcción de las murallas de un piletón, que dentro del cauce del río abarcó una superficie de 800 metros cuadrados con capacidad para retener 1 millón de litros cúbicos de agua.
Dos años más tarde, en el verano de 1970 cuando ya Angel Alonso había reemplazado a Ramírez al frente de la Intendencia, se inauguró el complemento de la obra: el piso de hormigón de la enorme pileta pública, ubicada al pie de las compuertas, ya que la permanente caída de agua había socavado profundamente el afirmado de tierra natural.
Pero esas compuertas tienen una historia larga. Las primeras retenciones fueron construidas entre los años 1865 y 1870, con ladrillos y maderas de quebracho por Juan Fontana, propietario del primitivo molino harinero. Esa industria, que luego fue adquirida y modernizada por Giovanni Zerboni, utilizaba el agua del río como fuerza motriz. El mencionado molino cerró sus puertas en 1922.
En 1936, cuando comenzó a funcionar la empresa conocida como “la fábrica de Lino”, esas compuertas fueron reconstruidas y de las originales solo quedaron en pie las bases de ladrillos, que también fueron reemplazados 40 años más tarde con los trabajos encargados por Pepe Ramírez.
En 1944 una importante firma de Zarate dedicada la producción de papel compró la fábrica de celulosa, que en ese momento empleaba a 300 obreros locales, y ordenó su demolición a mediados del año siguiente. Las compuertas, la islita, el canal y el palomar quedaron como únicos recuerdos materiales de un edificio monumental, que en la costa del Rio Areco marcó el desarrollo industrial de nuestro pueblo a lo largo de más de 70 años.



